Inicio Foros ARTÍCULOS Artículo: El Samurai, Hombre de Espadas

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  • Oriol Siurana JimenezDojocho Oriol
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    Aunque los guerreros del Japón feudal son comparados frecuentemente con los caballeros de Europa, las similitudes son solo superficiales. En Europa, tanto las técnicas como las armas de guerra experimentaron continuos cambios debido a los frecuentes conflictos entre diferentes culturas. Sin embargo, en Japón la guerra era, con algunas excepciones, una cuestión interna. Aislados del resto del mundo, el armamento japonés y los enemigos siguieron siendo los mismos durante siglos.
    La edad dorada de los ¨hombres de espada¨ tuvo lugar a principios del siglo XVII . Después de generaciones de contiendas civiles, el país fué unificado por Ieyasu y se impuso una rígida dictadura militar. Ahora conocidos como samurai, los guerreros que sobrevivían el campo de batalla se convertían en tropas de guarnición. En lugar de ser un grupo en el que cualquiera podía luchar por entrar, estos se constituyeron en una casta en la que tenías que nacer para entrar. Fácilmente identificables por sus dos espadas, los samurai se convirtieron en criaturas de privilegio y obligación. Legalmente autorizados para matar a cualquier plebeyo que actuase de manera irrespetuosa , un samurai pasaba por la vida con el conocimiento de que él mismo caería un día por la espada.

    Forzado a vivir en un mundo violento de muerte súbita, tomó la única opción disponible aparte de la locura; transformó violencia en una forma de arte. Las técnicas con espada se convirtieron en el Camino de la Espada.

    En palabras de Ieyasu, como enseñó a cada estudiante de la espada, ¨La espada ceñida es el alma viviente del samurai ¨. Para un samurai, su espada no era solamente un utensilio para matar. En lugar de ello, se había convertido en el símbolo de todo por lo que vivía y de todo por lo que estaba dispuesto a morir. La espada japonesa ha sido siempre cosa de gran belleza y calidad, tanto que en comparación la hoja más fina encontrada en cualquier otro país no parece más que un palo puntiagudo. Así la espada japonesa se convirtió en un icono religioso. La espada y el hombre que la portaba eran tratados en consecuencia. Rozar accidentalmente la espada de un hombre en una calle abarrotada de gente se convirtió en un acto de suicidio instantáneo.
    El ¨hombre de espada¨ ofendido giraría, desenfundaría y mataría en un abrir y cerrar de ojos, para marcharse después como si nada hubiese ocurrido.

    La espada japonesa es el arma cortante más formidable jamás ideado por el hombre. Durante décadas, maestros de la espada buscaron cada posible variación en su uso. Contar con solo un filo y una punta le limitaban a un puñado de cortes y estocadas así que la gama de técnicas posibles se agotó rapidamente, por lo que pronto progresaron hacia los usos estrategicos del arma. Estos hombres no eran oscuros teoricos; eran veteranos endurecidos por la batalla, y sus estrategias lo reflejaban. Habían luchado durante décadas y habían estudiado durante décadas, por lo que sabían lo que había funcionado en el campo de batalla, así que se preguntaron a sí mismos por qué había funcionado y qué podían hacer para mejorarlo.
    En algunos casos la respuesta resultaba ser simple, manipulación física
    de la espada. En otros casos sin embargo, descubrieron que se requería
    un cambio final en su forma de pensar.

    (El cambio mental que tuvo lugar entonces no debe de ser confundido con lo que es comúnmente llamado el Código Bushido. Bushido, el Camino del Guerrero, es un conjunto relativamente moderno de ética. Fue creado por aquellos que tenían el la autoridad con el fin de mantener el control sobre sus vasallos. Aquellos en el poder no habían llegado hasta allí por ser fieles a bushido, ni los grandes ¨hombres de espada¨ le prestaron tampoco mucha atención.)

    Mientras que los soldados de otras naciones estudiaban cómo adaptar sus técnicas a su armamento, el ¨hombre de espada¨ japonés aprendió a adaptarse a sus técnicas. Él trató a su espíritu de la misma forma que el herrero trataba un pedazo de hierro. El samurai se golpeaba y pulía hasta que la fuerza de su voluntad igualaba la fuerza de su hoja. La espada no pensaba en matar, ni sentía remordimiento y el samurai no era diferente. Matar o no matar, vivir o morir, él pasaba por la vida con indiferencia hacia ambas cosas.

    Un samurai era un carnicero. Él podía vivir o morir por una orden, sin un instante de vacilación. Debido a que estudiaba ambos actos tan profundamente, podía realizar cualquiera de ellos con gran elegancia. Se entrenaba no solo para aceptar la muerte sino para anhelarla.
    Él no luchaba pensando en la autodefensa ; él buscaba gloria. Si en ocasiones se le negaba esto en la batalla, buscaba la forma más dolorosa de suicidio, el ritual de destripamiento llamado seppuku, el cual
    convirtió en un arte. Para un hombre así, las palabras muerte y belleza eran sinónimas. Un poeta con las manos sangrientas, vivía con la muerte y la belleza, y las amaba igualmente.

    Esto era el ¨hombre de espada¨ : un hombre violento que vivió en una era letal. Sabiendo que podía morir en cualquier momento, entrenaba de manera implacable. No lo hacía solo para sobrevivir, sino para llevarse con él a cuantos enemigos le fuera posible. Se entrenaba para luchar bien; y también entrenaba para luchar con elegancia. Para un hombre así, el pensamiento de vivir en la oscuridad era infinitamente peor que el de morir de forma gloriosa.

    Los samurai gustaban de comparar sus vidas con la flor del cerezo. Vivir por un momento en el espacio del mundo, floreciendo rápidamente en algo de gran belleza que cae después en la tierra. Un ¨hombre de espada¨ sabía que este era su destino, morir por la espada y lo aceptaba. Lo único que podía hacer era intentar morir bien.

    Habiendo desarrollado él mismo su habilidad, intentaba transmitirlo
    a sus hijos y cuando lo hacía no les entrenaba para la vida, sino para la muerte. Llevaba regularmente a sus hijos a los cementerios y terrenos de ejecución, aconsejándoles pensar acerca de la muerte cada minuto de sus vidas. Ellos, al hacer esto, perdían gradualmente su miedo a la muerte. Quedaba para las ovejas, los granjeros, y otros plebeyos del país, vivir una larga vida y morir cuando les tocase la hora.

    El destino de un samurai era vivir cuando debía y morir cuando elegía hacerlo, y a este ideal dedicaba toda su energía. Los diferentes métodos fueron cuidadosamente investigados, practicados y después transmitidos a las siguientes generaciones.

    El método fué la ryu ; el medio el dojo.

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