-
AutorEntradas
-
Yo, me reconozco un grave problema: No disfruto de algo si no entiendo su razón de ser.
Cuando era pequeño, mi padre tuvo la buena idea de explicarme por qué me apuntó a clases de natación. Me dijo que saber nadar era fundamental en mi futura vida.
No necesité muchas palabras para entenderlo, pues esto lo comprendía ya de antemano: Antes de empezar las clases, fuimos un día la família a la playa. Yo no sabía nadar aún, e inocentemente me metí en el mar. Tuve la suerte de que el agua no estaba muy movida, pero era la Costa Brava, y ahí el terreno suele bajar rápido al fondo. Me quedé quieto en mi límite, que consistía en el nivel del agua llegando, estando yo totalmente erguido, casi casi a mi nariz, por donde pude respirar mientras intentaba no moverme para no empeorar la situación. Mientrastanto miraba a mi família, que estaba tan tranquilamente en la orilla reunida y haciendo sus cosas. Mi ahora ya difunta abuela materna se percató de mi situación, y la vi correr como un rayo hacia el agua, saltar y ponerse a mi lado en un instante, recuperándome del mar. Me sentí extrañamente protegido. Pero lo importante es que esto me dejó entender al instante por qué debía aprender a nadar.
Hoy en día, y no es por fardar, nado como un pez. Aunque claro, he tenido una vida llena de práctica, y un buenísimo lugar de entrenamiento: la naturaleza casi salvaje y casi invadida por turistas de la Costa Brava. Pero podría decir sin dificultad que la razón de mi habilidad al nadar es el motivo que me impulsó a nadar.
He asistido a clases deportivas o actividades físicas de diversa índole a través de los años. Todas ellas me gustaron en su momento, y recordadas no pierden su valor. He hecho, por orden cronológico, natación, taekwondo (muy poco), salidas a la naturaleza con los Scouts, atletismo, gimnástica deportiva, y, antes de ninpo taijutsu, he estado mucho tiempo desarrollando mi propia técnica de pánching. Si bien en la mayoría estuve un buen tiempo, tuve siempre la sensación de que cambiaba de tipo de actividad caprichosamente, al capricho de la corrosión del desencanto. Ahora comprendo que ese desencanto no era sino mi grave problema. Para muchas cosas, aún lo es.
En realidad, no me puedo quejar del nivel técnico de mis diversos maestros, pero me doy la ventaja de sí poder quejarme de su nivel de implicación con migo. No supimos, ni ellos ni yo, hacerme ver la razón de estar allí siendo enseñado, y todo ello me fue perdiendo la mágia progresivamente.
Al final, comprendiendo ya mi problema y buscando cómo solucinarlo para bien, pensé qué necesitaba para sentirme equilibrado. Y recordé lo que dijo algún romano o alguien que supiera latín hace bastante tiempo, lo de “Mens sana in corpore sano”, o mente sana en cuerpo sano. Esto, para mí, no significa “haz ejercicio, estudia, y ten buenas relaciones personales”. Esto para mí significa “integra tu mente y tu cuerpo”. O sea, que si Cuerpo dijera “Oh! Disfruto muchísimo corriendo y saltando gracias a que Mente ha decidido asistir a clases de atletismo!” pero Mente pensara “Aunque Cuerpo disfrute con esto, y yo, al principio, también, ahora me aburro solemnemente, pues nunca he entendido por qué Cuerpo y Yo hacemos esto y no Otra cosa, una que podría ser mucho mejor para los Dos.” No puedo soportar este tipo de situación, pues, si no estoy de acuerdo con migo mismo, ¿soy realmente sincero, con los demás, pero, con mayor importancia, con migo mismo? Aún peor: ¿Estoy disfrutando, realmente y total, de mi tiempo dedicado? ¿Acaso tiene sentido no hacerlo? No para mí. Ahora lo comprendo.
Y, antes de buscar, pensé. Pensé “A ver Manu, dime qué te dice tu gente querida y te diré qué necesitas”. Mi madre me venía a decir “Manu, necesitas hacer algo de ejercicio, algo que te guste tanto que no puedas dejarlo, pero con medida”. Mi padre me explicaba “Manu, no hace falta que sea ejercicio lo que hagas, pero lo has de vivir”. Mi hermano, un poco más pequeño que yo, me decía en pensamientos “Manu, si te aburres, no te gusta”. Después pensaba en mis amigos, los cuales, desde mi punto de vista irónicamente, siempre me decían “Tío, eres muy violento” cosa que yo no entendía, pues me creo de lo más pacífico y bien comportado. Supongo que esa “violencia” a la cual se refieren es mi modo brusco y no por ello torpe de hacer las cosas. Pero está ahí, y siempre estará, creo, el ímpetu. Mi ímpetu. El impulso. Violencia…
Mi padre me decía que cuando era yo bebé, mi madre y él se quedaban cada día mirando Bola de Drac o Dragon Ball, con migo en su regazo dándome el biberón. Y bueno, a parte de leche, supongo que me tragaba la serie. Y, quieras o no, todo influye. Y no es violencia realmente lo que ha entrado por mis ojos siempre que he visto esos episodios que han marcado historia, u otras series que me gusten, sino ideales. Por qué comenzó a guerrear Goku contra todo tipo de malvados? Muchos dirían “Porque, a parte de todo, era un “bon jan””, o sea un buen niño. Pero, a parte de esto que no parece obvio, yo diría que por un sencillo motivo: El ímpetu. Es algo que no se puede evitar, cuando, siendo de una forma, actúas como tal. Y claro, este héroe de tantos niños ahora ya más grandes se crió con su abuelo, que lo educó en las artes marciales, y cuando este murió, se quedó totalmente solo y niño en medio de la naturaleza salvaje durante años. Y claro, esto forja a cualquiera, aunque no sea un extraterrestre de raza guerrera. Cómo iba a responder Goku a los problemas que le vinieron después, ¿Con palabrería elaborada, fórmulas matemáticas de gran dificultad o artilugios tecnológicos de última generación? No no, usaba el Arte del Cuerpo! El Arte de la Guerra que tan sutilmente le fue inculcado incluso antes de llegar al mundo.
Los indios tienen un dios que es el mismo tanto de la Creación como de la Destrucción, algo que me parece digno de un “olé”. Esto es así, pues creo que no puedes crear sin antes haber destruido, y no puedes destruir sin antes haber creado. Esto, simplemente, legitima para mí en totalidad y por lógica rotunda y aplastante el preparar tu cuerpo y tu mente para eliminar otros cuerpos y otras mentes, sin necesidad de acudir a la ayuda de la moral o la ética, las cuales, como su significado etimológico indica (Moral viene del latín “Mos”, que significa “hábito, costumbre”, y Ética viene del griego “Éthos”, que también significa “hábito, costumbre”), no son sino meros compendios de reglas basadas en el comportamiento histórico de OTRAS personas, el comportamiento que ELLAS han decidido buenas y eficientes para MÍ, y a mí me repugna comportarme sin ver evidentemente por qué es bueno o eficiente ser así, y, todo sea dicho, debajo de esta imagen externa tan inocente, hay un espíritu con ansias de rebelión constante, o sea que, a parte, me repugna el simple hecho de hacer caso a alguien que no se haya ganado MI confianza y MI respeto. Me repulsa la idea de creer que lo moralmente o éticamente aceptado en una sociedad es “lo bueno y lo que se ha de hacer, y punto en boca”. E intento comportarme tal y como YO creo que ME he de comportar, sin necesidad de mentirme a mí mismo dando explicaciones baratas a personas para quienes, realmente, no soy mucho más que un número en una estadística. Pues ese número no es un zero a la izquierda, no, ese número tiene cuerpo y mente, y sabe que “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres paz, prepara la guerra”), o sea, si quierES que TUS creaciones subsistan tal y como las quierES, créATE la práctica de la destrucción de QUIENES TE las quieran destruir para implantarTE las SUYAS, de creaciones.
Al final decidí volver a las artes marciales. Pero necesitaba, necesito y necesitaré toda mi vida con total decisión una disciplina que marque mi camino a fuego y espada, por exagerar. Y pensé en los japoneses, ese pueblo de guerreros de guerra y costumbres refinadas a lo largo de generaciones y generaciones de guerra y otros tipos de trifulgas internas, en un país donde la exótica exageración se ve claramente incluso en la propia geografía, una tierra que a mí me parece la herida de un arma cortante al lado del gran continente. Más aún, diría que una herida que, en su época, estuvo abierta y sangrando mientras se echaba a sí misma sal y alcohol para dejar de sangrar, dejando el dolor a un lado. Para muchos occidentales, el tipo de moral o ética de este pueblo histórico parecerá desmedido y hasta aniquilador del preciado Individualismo, pero para otros como yo, parece desmedido en el sentido de que se ha medido tanto que medirlo desde fuera está ilegitimidado por la dificultad de entenderlo, y que no aniquila al individuo no, sino que le da una posición tan marcada y tan fuerte en su propia sociedad ya desde el principio, que al individuo en cuestión no le queda sino refinarse constantemente y sin rechistar para poder ser un individuo de derecho y de hecho.
Me encantan las ansias de la susodicha libertad individual occidentales, aunque esto está cojo si no va acompañado de una total devoción a la sociedad en sus partes y en el total, y esto, para mí, viendo el panorama de hoy en día, no es difícil pensarlo, no, es asqueroso, pues este sistema se sustenta en mentiras y desconfianza. Para mí, si las sociedades olieran, la nuestra “la occidental” huele a muerto muerto desde hace ya tiempo. Ahora queda que las células que quedan se alimenten de este cuerpo muerto y aprendan a sobrevivir en otro estado. Y esto no es posible sin la disciplina hecha por la experiencia de ser uno con el todo, de ser parte activa de algo que te encanta.
Y pensando pensando, al final dije “Oye! Si a ti te encanta ser fuerte, peligroso, pero sigiloso y eficaz, pues búsca sobre la técnica marcial de los ninja!” Y busqué. Busqué sobre el Ninjutsu. Me informé. Fui a preguntar a un dojo que me pareció bonito y bien equipado. Iba a ir con mi hermano, pero al final decidí que no porque no me convencía el aire a película de los folletos de información (La típica imagen de alguien vestido como un ninja lanzando shuriken o blandiendo una katana) y el tono general de lo que veía. Me interesaba algo menos “descabellado”, no tanta katana y shuriken y más cuerpo a cuerpo, algo más cercano a mis necesidades de ejercicio físico, mental y espiritual integrado. Sé que esto fue un simple prejuicio, pero gracias a él descubrí el Dojo Barcelona y el Genbukan y el Taijutsu Ninpo! Y, a parte, el Jujutsu, que me interesa en igual medida y que quiero explorar en su tiempo. Pues sí, buscando buscando, encontré. Encontré, primero de todo, la web del dojo. Me gustó su orden, su estilo directo y fácil en exponer la información, y su mensaje escondido de disciplina real y centrada, algo serio, no un hobby, sino una “way of life” o tipo de vida, o, más poético, “camino de vida”.
Contacté con Sensei, y vine al dojo. Y no me decepcionó nada, ni el hecho de entrenar sobre un ruidoso gimnasio, más bien al contrario, pues salía gratis utilizarlo! Vi que todo el mundo era silencioso o taciturno como yo, después comprendí que era por el Rei Ho, etiqueta o tipo de protocolo japonés tradicional, vi que todo el mundo sabía exactamente lo que quería y lo que tenía que hacer, vi que se lo tomaban tan en serio que hasta tenían formas verbales y corporales japonesas de expresarse, y vi que hasta se recitaba un poema en japonés (poema al que fonéticamente hablando aún me cuesta! Después de más de un año de haber comenzado!!!). Impresionarme no me impresionó la impresión, me impresionó cómo de bien me sentía entre esa gente, y, sobre todo, el carácter afable y cercano de Sensei, que es muy importante, pues sin esa habilidad un maestro se hace algo aburrido y digno de despreciar.
Desde que estoy en el dojo, tengo un grave problema: Lo disfruto tanto que no entiendo por qué, pues no estoy acostumbrado. Supongo que es eso a lo que se refiere la gente cuando dice “pasión”. Reconozco que no le he dado la suficiente caña al entrenamiento de momento, por razones que escapan al propósito de este artículo, pero tengo mucha esperanza en mejorar y dedicarme a ello no sé si plenamente, pero sí de lleno, que es otra manera de decir lo mismo.
Y bueno, con el entrenamiento, con la gente de dentro y con lo más importante para mí en todo tipo de clase, con el maestro, tengo solucionado mi antiguo problema: Ahora, ya, con todo esto y más, sí que disfruto, disfrutan tanto mi cuerpo como mi mente, pero disfruto con cada pequeño detalle, tanto de los ejercicios básicos como del protocolo de saludos y de respeto como cuando vuelo hacia el suelo ayudando al entrenamiento de un compañero, y eso se me hace muy raro hasta hoy en día, habiendo asistido ya a muchas clases y hasta a algún seminario.
La razón es mi entender e interrelacionar las cosas que veo dentro y fuera. Quiero decir, el hecho de que tenga mi antiguo “problema de inadaptación” solucionado y que disfrute tanto es porque, aprendiendo las normas de etiqueta y las razones de los conceptos de guardias, ataques o posiciones marciales, voy fuera del dojo y me quedo atónito de placer al ver que realmente todo ello tiene un sentido lógico y aplicable a facetas de la vida en las cuales nunca habría pensado que el simple hecho de asistir a un dojo de artes marciales pudiera afectar o cambiar en medida apreciable.
Es como la voz que me persigue, como la música que se me engancha en los recovecos del cerebro y no me deja, la sensación de ser un artista marcial y disfrutar de la vida con y por ese mismo hecho. Es esa voz que te dice “Oye! El templito ese que hay en el dojo no es un delirio exotista de Sensei, eso representa el Respeto y el Temor a lo sagrado, sabes qué quiere decir eso?” y luego piensas “Pues eso, para tí, en este momento, ahora mismo, sí, ahora que estas cruzando la calle, significa que si no le tienes respeto y temor a la carretera, te vendrá desprevenida y te causará la muerte por atropello o por cualquier otro medio o algo peor! Si no tienes en cuenta que la calle que estás cruzando no es la calle que estás cruzando sino que tú estás siendo digno de pisarla y de pasarla sin que te dé problema alguno, ese problema alguno te vendrá algún día, aunque no estés en esa calle o en ninguna otra, por tu culpa, sí, por tu culpa, por no estar y -más importante aún- ser atento, pues debes honrar con reverencia interna la calle, pues es más grande, más vieja, más peligrosa que tu, y te está dando el lujo de poder cruzarla sin demasiadas penas o dolores.”
Estoy escribiendo este artículo en el pueblo de mi abuelo materno, en su casa. Y ayer, preparando la mesa para cenar con él, puse los tenedores, cuchillos y platos en la mesa. Cogí dos cuchillos, pero dió la casualidad de que uno de ellos estaba del revés, y toqué la parte cortante sin querer. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue “Bueno, pues cógelo del revés”, pero después me dije “Oye! Ya que has tocado tú la parte que estará en contacto con la comida, sé tú quien utilice ese cuchillo para cortar tu comida”, e inmediatamente después pensé en mi abuelo y el respeto que siento por él, y vi claramente que, si no hubiera tenido la disciplina que me enseñan en el dojo, puede que no lo hubiera hecho así, habría sido desatento, aunque fuera una pequeña tontería que alguien “práctico” habría dejado de lado rápidamente. Lo que alguien así no tendría en cuenta es que después, aunque no lo pensara, sentiría aflicción por haber dejado el cuchillo tocado a otra persona, aunque fuera una aflicción despreciable por pequeña. Pero “de mica en mica s’omple la pica”! Quiero decir, si haces pequeños actos desconsiderados, al final se te volverán en tu contra. Simple ley natural, esto los indios lo saben, y ellos lo llaman Karma. Aparte, una vez mientras cenábamos, le tuve que pasar su cuchillo pues me prestó un plato y su cuchillo se quedó dentro, e inmediatamete y consciente de cada pequeña variación en mi movimiento, cogí el cuchillo por el mango, pero dejándole espacio para agarrarlo él, y lo cogí de manera en que un hipotético ataque a él hubiera sido o difícil o poco efectivo, y sentí la tensión en el ambiente (creada por mi pensamiento) en el momento justo en que las dos manos cogían el cuchillo, cuando se lo pasé, con camuflada reverencia interior. Espero que, si no notara tal reverencia conscientemente, simplemente no le causara disgusto de ningún modo. Esto del cuchillo puede parecer banal, pero para mí es de gran importancia, y lo pensé gracias al respeto y/o temor que sentimos en el dojo por las armas y otros objetos, y el temor que siempre acompaña a algo respetado o sagrado, temor que es natural y no es necesariamente malo. Lo aprendí por la esforzada minuciosidad en la preparación del espacio en relación con los objetos y otras entidades en el dojo; por ejemplo, el hecho de apuntar la espada, cuando se saluda al templito (Kamirana o Kamidana, no sé cómo se pronuncia realmente), hacia otra parte, la parte de los más nuevos en el dojo si no me equivoco, está lleno pero llenísimo de significado para mí: Al prestar tu respeto hacia algo sagrado, respetado o temido, en ciertos sentidos superior a tí (y, en este caso, a todos los presentes en el dojo), has de tener en cuenta que tu acción puede ser interpretada por ese algo (o por alguno de los presentes) como una amenaza (o, en un caso muy extremo, serlo realmente), y que, como pasa con la calle cuando la cruzas, puede responder agresivamente, con total licencia o legitimidad natural. Y claro, lo de apuntar hacia la parte “externa” o “inferior” del concepto de “nivel” en relación al grado (kyu o dan) de los estudiantes en el tatami, me parece lógico, pues, si eres de nivel más o menos medio en relación a los otros estudiantes del dojo, has de temer la reacción de los de más nivel, pero no has de temer la de los de menor nivel pues tú estás más avanzado y en teoría no te tienes que preocupar por si interpretan como una amenaza el hecho de apuntar el arma hacia ellos cuando saludas al Kamirana, pues o serían estúpidos o aún no conocerían las reglas del Rei Ho, y aparte y en teoría, al ser de mayor nivel tendrías la suficiente habilidad como para resistir una hipotética agresión por parte de alguien de nivel inferior. Y este mismo proceso mental que aplico en el saludo con arma al Kamirana, gracias a la rutina y al tiempo que te da para pensar y practicar tu pensamiento, lo aplico también en mi vida diaria, del modo en que he descrito lo del cuchillo, pero cambiando la nomenclatura de las entidades en juego.
Tengo un grave problema: Ya no puedo dejar de entrenar!
Manuel Pineda
18 de junio de 2011
-
AutorEntradas
- Debes estar registrado para responder a este debate.