Inicio Foros ARTÍCULOS Conciencia, acción y sincronicidad – Artículo de Pep San (para Shodan)

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  • Oriol Siurana JimenezDojocho Oriol
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    Introducción
    El azar en la vida real no existe. Nos engañamos cuando decimos que “aquello sucedió por casualidad”. La probabilidad es un modelo matemático. Voy a explicarme: si ustedes lanzan un dado seis veces, como teóricamente todas las caras son equiprobables, debería salirles en cada una de las seis tiradas una de las seis caras distintas. Pero la realidad es otra: podemos tirar el dado y que las seis veces salga la cara con seis puntos, entre muchas otras combinaciones. ¿Qué significa esto? Que la realidad se comporta diferente y siempre sorprende a cálculos y razonamientos. La realidad está cargada de variables que no conocemos y que a menudo despreciamos. Otras muchas variables simplemente no somos capaces de ponderarlas.

    Con esto quiero llegar a la siguiente conclusión: si contempláramos absolutamente todas las variables que intervienen en la tirada, siempre sabríamos qué saldrá a continuación. El único problema es que no estamos listos para conocerlas todas. Esto nos conduce a afirmar que las casualidades no existen, que la frase “esto ocurre por casualidad” es una manera de tomar un atajo a la cruda realidad de que el acto más insignificante que realizamos en nuestra vida, tiene un sentido. Para un artista marcial, para un guerrero, todos sus actos deben estar relajadamente ponderados, debe ser consciente de que su actuación tiene un sentido para su progresión y para muchos otros individuos que conoce y que no.

    Quiero con este artículo que los artistas marciales de nuestra escuela tomemos conciencia de nuestra importancia como eslabones de una cadena que se extiende del Cielo a la más ruda superficie terrenal. El Gran Maestro construyó esta cadena con su experiencia y él poco a poco se conecta con eslabones superiores. Seguro que él era conciente de todas sus acciones, de que nada de lo que hacía desembocaba en hechos banales o arbitrarios. Sólo con esa conciencia y esa fuerza de acto se comprende que a miles de kilómetros de él, otros, sin conocerle tomemos su camino. El resultado de sus actos, de su voluntad de enseñar, de su paciencia y de su perseverancia ha sido que su conocimiento y experiencia se propague como el viento a través del resto del mundo.

    Cada instructor, cada Shihan, cada Kioshi o Renshi que formó, se convierte en una conexión, en un eslabón, que a su vez, imbuido de esta fuerza es capaz de forjar más cadenas y de encender más fuegos. Es importante que los alumnos entendamos que no formamos parte sólo de un grupo de gente que hace deporte, formamos parte de un camino recto que conduce al Cielo. Por ello nuestros actos no deben crear atajos ni desvíos, haríamos daño a aquellos que nos siguen.

    No somos fanáticos, no predicamos, ni repartimos panfletos. No estamos interesados en la conversión a nada. Nuestros valores son universales y provienen de la propia esencia arquetípica del bien. Debemos pasar relajados pero brillantes. Nuestros instructores y maestros son todos ellos llamas que arden silenciosas, iluminan sin llegar a quemar a nadie. Quien quiera verlos que los vea, siempre queda tiempo para detenerse y contemplar el faro.

    Existe una sincronicidad entre todos los que sentimos y actuamos igual, aunque estemos a distinto nivel. No creas en la casualidad o el azar en la vida, todo es producto de tus acciones, y todo lo que te ocurre siempre esconde una lección, que a veces, como las técnicas, sólo puede entrar a base de sufrimiento. Cuando entrenas, también lo haces para aprender lecciones fuera y dentro del dojo. Me gusta saber que somos eslabones de corazones que laten simultáneamente, que por pequeños que seamos, debemos esforzarnos por iluminar la oscuridad de la Creación.

    Conciencia
    Ser conciente es un estado de gracia en el que podemos considerarnos vivos a todos los efectos. A menudo conocemos a gente sin motivaciones. Para alguien conciente y vital, estas personas se formulan con un color gris difuso.

    Es cierto, estamos rodeados de gente desmotivada, y en el peor de los casos de personas con motivaciones banales. ¿Qué criterio utilizamos para discernir aquellas motivaciones banales de las vitales?. Yo digo que son vitales aquellas que nos hacen sentir realmente vivos y que nos permiten radiar. Son vitales aquellas que nos permiten levantarnos después de caer y fracasar una y otra vez sin que se desvanezca la sonrisa una vez en pie. Y son vitales aquellas que engendran situaciones que ensalzan a terceros y los ayudan a esculpirse. Hay muchas clases de motivaciones dentro de estas dos categorías que he estipulado, es decir, las banales y las vitales.

    Y bien, ¿cuándo es que empezamos a adoptar banalidades como motivaciones?. Mi respuesta es: cuando no somos concientes de nuestras limitaciones, ni de nuestras virtudes, ni de nuestro contexto. ¿Por qué no deberíamos ser concientes de estos factores?. Existen muchos velos que nos ciegan y nos rebajan a la inconciencia, de entre ellos encontramos los prejuicios, los juicios de valores presupuestos, las implicaciones emocionales, los miedos, los cúmulos farragosos de mezclas de experiencias mal superadas, etc. En definitiva, me atrevo a juntarlo en un concepto (sea perdonado mi atrevimiento si letrados creen que sería más adecuado otro, intento sólo hacer comprender): el ego.

    A lo largo de nuestra madurez y crecimiento, acumulamos experiencias que generan una serie de juicios que afectan a nuestra visión del contexto en el que vivimos y por consiguiente nos afectan a nosotros. En tanto que todos estos valores, juicios y prejuicios se nos acoplan hasta llegar a formar parte de nuestra personalidad, y en la mayoría de los casos, son de hecho nuestra personalidad. Y bien, ¿cómo podemos diferenciar aquello que es genuino en nosotros, de aquello que es fruto de valoraciones incompletas? (yo soy partidario de decir, que no hay malas o buenas valoraciones, por qué todas se basan en parte de realidad, sólo las hay más o menos completas). Preguntándonos a nosotros mismos y sincerándonos.

    Pregúntense por ejemplo, ¿por qué no me gustan los lugares con gente?, ¿por qué opino tal cosa?, ¿por qué me da miedo esta situación?, ¿por qué me siento observado o tiemblo en momentos específicos?. A menudo no podrán responderse, o peor aún, se responderán a la ligera y lo tomarán como suficiente, enterrándose un poco más. Sincerarse es un ejercicio muy complejo que requiere de serenidad y de sangre fría. Antes de hacerlo es necesario que sepamos que todos tenemos limitaciones y todos tenemos virtudes. Iluminar nuestras virtudes y superar nuestras limitaciones significa devolvernos la vida. Cada hombre y cada mujer es una estrella en potencia; por desgraciados que nos consideremos, tenemos armas, por insignificantes que nos parezcan, o a menudo, suponemos escudos para otros sin darnos cuenta.
    Respondernos sin miedo y conocernos es un ejercicio de concienciación. Todo aquello que desarrollamos y identificamos como nuestra personalidad tiene unas raíces genuínas, y mayormente unas raíces extrañas. Pero no se apuren por qué estas raíces genuínas pueden y deben regarse, alimentarse y corregirse. Pero primero debemos reunir el valor para hacer esta purga, para llevar a cabo esta discriminación que es el conocernos. Es normal perderse por qué nunca nadie nos mostró buenos caminos, y a menudo quienes lo hacen, sin discutir su buena voluntad, están demasiado repletos de ego.

    Saber por qué sentimos como sentimos, y por qué actuamos como actuamos nos permite elevarnos. A lo largo de nuestra vida, nos escolarizan, nos enseñan, nos premian y nos castigan, pero casi nunca se hace un seguimiento realmente emocional, y es en este plano en el que creo que reside el drama humano. Somos fruto de nuestras experiencias y nadie nos enseña a valorarlas. Por eso es importante pararse a menudo a descansar y mirarse al espejo. Elevo el autoengaño al número uno de los pecados sin ánimos de blasfemar.

    El autoengaño es un arma que nos permite muchas veces sobrevivir. Pero sobrevivir significa superar la muerte física. Vamos a elevar, ignorando definiciones formales, el significado de sobrevivir, a salvar la muerte en todos los sentidos, no sólo el físico o material. El autoengaño en realidad nos mata por dentro, aunque contemos con un físico ejemplar, somos muertos que entierran a sus muertos. El autoengaño permite hacer una valoración rápida, para así detenernos el menor tiempo posible ante una experiencia y poder volver con premura a las ocupaciones que nos han enseñado a catalogar de vitales o esenciales. Como nadie nos educó en valorar experiencias, la mayoría de nuestras visiones las podemos tildar de engaños o mejor aún, de simplificaciones muy mal hechas.

    Y será en el futuro cuando estas simplificaciones se paguen: al final de nuestra ecuación vital arrastraremos una cantidad de errores que nos alejará del margen positivo.

    Así pues debemos tomar conciencia de lo qué somos y por qué lo somos del modo en que lo seamos, de una forma total. Debemos tomar conciencia completa y absoluta. Debemos ser concientes con el cuerpo, con los ojos, con el corazón, con cada latido, con cada movimiento, con la mente y el espíritu. La conciencia total nos eleva como si montáramos sobre un remolino de aire cálido, arrastrados suavemente como una hoja en los vientos otoñales.

    Creo que el artista marcial debe tomar conciencia completa sobre su camino. En el momento en que ve sombras en su camino o este se desvanece, es resultado de que no está actuando de forma genuina, si no que obedece a prejuicios o productos del ego. Ser conciente, con el significado que se le da aquí, significa ser un recipiente con mucho contenido, pero en el que siempre cabe más y nunca derrama una gota. Ser concientes permite sin duda hacer realidad nuestros sueños limpios, precisamente por qué sólo en la conciencia total se activan formas de sentir y aptitudes mentales excepcionales en nuestra falsa conciencia cotidiana. Ser conciente nos permitirá identificar si nuestro camino es el correcto, o si para llegar a ese margen de resultado, estamos operando bien, o debemos borrar y volver a fijarnos en el enunciado que somos.

    El artista marcial debe estar limpio, debe ser conciente con todo su ser, en cualquier contexto y en toda dimensión.

    ¿Cómo mantener esta conciencia? ¿Qué conceptos de nuestro arte marcial pueden ayudarnos en este ámbito?. Es posible que la respuesta nos la hayan repetido cientos de veces en nuestros entrenamientos: kamae y ma-ai.

    El kamae es la alerta constante. ¿Cuántas veces nos llovió un golpe sin más y nos espetaron: “¡hay que estar siempre en kamae!”?. Pues bien, simplemente se trata de eso, estar siempre alerta. Ser conciente y estar en kamae o en guardia casi pueden fundirse en el mismo significado. Pero quiero matizar. Cuando empezamos a entrenar, todos advertimos que somos seres cómodos casi por naturaleza. Intentamos conseguir lo que queremos lo antes posible y de la forma menos sufrida, y eso a veces se traduce en resultados a medias. Véase anteriormente la técnica del autoengaño. Tal y como veremos más adelante nuestras acciones son consecuencia a menudo de lo que somos en nuestro interior. Y corregimos esa forma de ser cómoda y perezosa entrenando. Con estímulos físicos enderezamos nuestra mente, es quizás el objetivo místico del camino marcial. Y imagino que más adelante será nuestra mente ya consciente que termine perfeccionando nuestros actos.

    Pues esta pereza y comodidad nos afecta internamente y nos insta a juzgar a la ligera, a hablar demasiado pronto o a pensar de forma liviana o copiosa. Por ello debemos trasladar ese castillo que es nuestro kamae, a nuestro estado emocional para nunca abandonarnos a la inconciencia y acomodarnos en la mala simplificación y el autoengaño. Y lo más importante de todo: aprender a hacerlo sin que ello suponga un constante estrés.

    ¿Cómo podemos mantenernos en kamae emocional y espiritual frente a todas las adversidades?. Con el ma-ai, esto es: guardando distancias. En combate nuestro kamae se ve afectado o inservible cuando no valoramos bien las distancias. Esto no significa mantenerse siempre distante, si no acercarse justo en el momento propicio. Debemos trasladar esta capacidad de mantener la distancia al ámbito de nuestras adversidades o relaciones. También con nuestros compañeros de entreno, y ante todo con nuestro maestro.

    Una vez sabemos lo genuinos que somos, sabremos también de una forma natural lo qué nos conviene o lo que no, y en qué medida guardamos distancia para mantener nuestro kamae espiritual y emocional. Pero sigamos sin estresarnos, todo ello no se aprende de un golpe o de una caída, como indican las técnicas, se empieza a aprender a partir de algunas miles de repeticiones.

    He aquí que se hizo la luz. He aquí que tomamos conciencia.

    Acción
    La acción cobra sentido si se realiza concientemente.

    Nuestras acciones son reflejo de nuestro interior. De nuestro interior más profundo y desconocido en realidad. Podremos, al cabo de mucha experiencia si no tenemos un don natural, clasificar correctamente a las personas en función de sus acciones. Es cierto, hay gente que realiza buenas acciones y no tienen un interior bueno, y viceversa, es decir, gente que realiza malos actos y no poseen un interior completamente malo. ¿Cómo distinguirlo?. Esta gente mantiene un estrés interior. Actúa, son fruto de sus malas experiencias y mal aprendizaje. Pero siempre hay un momento, tarde o temprano, en que la guardia bajará y su interior saldrá a flote, para bien o para mal, de no tener experiencia, esperaremos esa guardia perdida, con nuestro kamae y distancia concientes.

    Con esto quiero expresar simplemente, que podemos juzgar a otros por sus acciones, pero que tenemos que tener en cuenta que es un juicio muy complejo, donde nuestra paciencia juega también un papel esencial. Hablemos de nosotros: ¿qué ocurre con nuestros actos?.

    Del mismo modo que nuestra personalidad “sucia” o inconciente es fruto de mal aprendizaje, lo serán también nuestras acciones. “Hacemos el bien” por qué está socialmente mejor aceptado que “hacer el mal”, pero quizás no lo sentimos, no aflore de forma original. Eso no ocurre en la conciencia total. Todo acto viene relajadamente ponderado en este estado. Y todo acto, incluso el que pueda parecer más mundano, estará cargado de sentido, que temparno o muy tarde, revelará su fin. Es entonces cuando nuestras acciones juegan un papel crucial en la historia de la humanidad, aunque a ojos de todos pasen desapercibidas. Si nuestros actos sirven para acercar a alguien al camino, la cadena se propaga, aunque tan solo sea una persona, nuestra vida y actos cobran sentido. Es la ampliación de la definición inicial del capítulo.

    Por ello, aunque no estemos siendo observados, debemos actuar correctamente. Por ello, aunque creamos que no tiene importancia, debemos actuar correctamente. Por ello, aunque esté todo perdido, nos sintamos abandonados o al borde del abismo, debemos actuar correctamente: confiando en el Hombre que vendrá, sabiendo que nuestras acciones tienen un sentido por qué se encauzan en un camino puro y original que caminamos con la conciencia total.

    Es necesario al principio, forzarse a actuar bien, aunque no se entienda o no se sienta del todo, por qué poco a poco, el acto bueno y las consecuencias que observaremos, nos traerán conclusiones que servirán para aprender y para cambiar malas experiencias por positivas. Del mismo modo, en el entreno, las enseñanzas se dosifican. A veces el Sensei nos insta a realizar actos a los que no encontramos sentido. Tenemos que partir de la base de que nuestro Sensei está en un estado espiritual y emocional superior al nuestro y confiar en él, sino la cadena se oxida (de aquí se desprende la importancia de un buen sensei). Estos actos que nos hacen sufrir a menudo, que los encontramos absurdos, cobran sentido muchas veces en el futuro.

    En 10º kyu no entendemos por qué tenemos que pasarnos los días rodando de tantas formas posibles. Lo vemos absurdo y banal, mientras en otras artes marciales o deportes ya saben pegar de todas sus maneras posibles (sin ánimos de descalificar ningún otro deporte, sólo pongo reflejos de nuestros pensamientos). La clave está en que confiemos y actuemos, aunque aún la conciencia no se haya iluminado. En este caso estamos haciendo un acto correcto: entrenamos según los consejos de nuestro sensei.

    Cual será nuestra sorpresa cuando esos rodamientos cobren sentido en 9º kyu: podemos evadirnos de ataques y salvar la vida. En este momento somos un poco más concientes de lo que hacemos y de repente un acto cobra sentido. Además luego, en el caso de los rodamientos, se ilumina más el proceso. En 8º kyu vemos que podemos desplazarnos metros de nuestro agresor y caer sin hacernos demasiado daño, salvando nuevamente la vida. En 7º kyu comprobamos que también podemos sobrevivir en situaciones aparentemente desfavorables (desde el suelo con atacante a nivel superior) gracias a técnicas con la misma base. En 4º kyu, ya más o menos familiarizados con dicho género de técnicas, descubrimos que incluso podemos evitar dañarnos o minimizar lesiones a causa de proyecciones.

    Un ejemplo claro de: acto correcto=resultado=toma de conciencia=acto útil=…=cadena de aprendizaje. Bien, estoy convencido de que no miento si digo que este proceso es aplicable en todos los otros aspectos de nuestra vida, salvando los matices superficiales. Además es muy importante recordar los primeros parágrafos de la introducción: hemos visto que el azar no existe en nuestra vida real, esto implica directamente que todos nuestros actos generan una cadena de consecuencias con un fin. Del mismo modo, todas las situaciones en las que nos vemos envueltos son el fin o parte de una cadena de consecuencias de la cual debemos aprender.

    Un artista marcial debe actuar: su lucha obtiene resultados en su entorno a través del plano de la acción. Su acción conciente moldea el entorno en función de su calidad interior.

    Sincronicidad

    Al entrar a formar parte de un Camino compartido por otras personas, el artista marcial sincroniza su alma con todas las que forman parte de dicho camino; entendemos este camino, en nuestro caso particular, como las enseñanzas del Soke y el aprendizaje de nuestro Arte Marcial.

    Nuestras acciones hemos visto que repercuten en nuestro entorno y lo modelan sutilmente según nuestra calidad interior. Es un caso claro del dicho castellano “Dios los cría y ellos se juntan”. Los que tomamos el Camino que he definido en el parágrafo anterior entramos a formar parte de una importante Comunidad.

    El Camino es posible que no tenga un inicio claro o definido, como todas las cosas que son eternas y genuínas. Pero nosotros bebemos de conocimientos ancestrales, en cada técnica o enseñanza que aprendemos se ven reflejadas miles de almas que han caminado y caminan como nosotros.

    El compartir una forma de actuar, una práctica, un sentir y un destino positivos y comunes nos sincroniza a todos. Esto es, enfoca todos nuestros actos hacia un mismo objetivo, sea cual sea la distancia que nos separa, incluso si nos conocemos o no. Creamos un torrente de actos y consecuencias que se apoyan en cada uno de nosotros para ampliar su radio de acción. Es absolutamente vital que sepamos esto por encima de todo, nos presionará a actuar con corrección.

    Sabernos parte de esto, nos impulsa a poner pasión en aquello que hacemos. Por esta razón no se trata de un deporte o una práctica sin otro sentido que la competición o la mejora física o de marcas. Se trata de algo positivo, por qué en tanto que nos modelamos nosotros, modelamos a nuestros semejantes con nuestro ejemplo. Es mucha la responsabilidad de nuestros artistas marciales, la cadena no debe romperse.

    Así pues, todos nosotros, componentes, somos pulsos sincronizados de un tren de pulsos. Cada uno somos un pulso en esencia, pero esencialmente distintos a la vez. Todos capaces de aportar mucho con nuestras virtudes por insignificantes que las pensemos. Es gracias a esta forja, que la acción del Soke, a miles de kilómetros de aquí nos influye, y llega a nosotros de repente, aparentemente sin sentido, en un momento al azar, por la Ley del Sincronismo. Pero ahora sabemos que su llegada tiene un por qué, es el papel de nuestra Voluntad el aceptar las consecuencias hasta que el final, que quizás no sea más que el principio.

    Conclusión
    Un artista marcial debe tomar conciencia de sí mismo y de su contexto, para que sus acciones, que tienen un papel crucial en su entorno, tengan un sentido positivo; de esta manera se encauza en un torrente de corazones sincronizados, de almas ardiendo, que tienden a un objetivo común: elevarse a sí mismos y elevar su entorno.

    ¿La metodología? La propuesta por Genbukan, que surge del conocimiento y vida dedicada al aprendizaje de nuestro Gran Maestro, que deriva dicho conocimiento a sus Shihan, Kyoshi, Renshi y instructores. A su vez estos derivan el flujo hacia nosotros, los alumnos que entrenamos para forjarnos por fuera y por dentro, siendo concientes que todas las técnicas tienen un sentido y poseen un significado.

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