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  • Oriol Siurana JimenezDojocho Oriol
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    Buenos días,

    Con el permiso de Sensei, cuelgo un artículo que he elaborado estos días:

    EL RITUAL

    Un ritual es una determinada serie de acciones, realizadas de una forma específica por costumbre y por su valor simbólico.

    Si buscamos el significado en distintos diccionarios y enciclopedias, veremos que tienden a hacer referencia a rituales religiosos o mágicos, en ocasiones incluso como si fueran el único tipo de rituales existentes. Quizás en nuestra cultura occidental es en dichos ámbitos, los “espirituales”, en los que más se han mantenido los rituales de una forma evidente, destacable y consciente…pero me pregunto: ¿no es un ritual también cuando un grupo de personas se reúnen semanalmente para formar un castillo humano en la plaza principal del pueblo, vestidos iguales y escuchando siempre la misma pieza musical? ¿no es un ritual cuando comemos doce uvas al son de las campanas para celebrar la entrada de un nuevo año? Y si me permitís ir aún más lejos: ¿no es un ritual cuando una persona va cada día a trabajar a la misma hora y mediante el mismo medio de transporte? ¿No es un ritual cuando fregamos los platos o preparamos el lavavajillas siempre del mismo modo? ¿No es un ritual abrocharse los zapatos cada día de la misma manera? Sin duda, estas acciones coinciden con la primera parte de la definición: “serie determinada de acciones, realizadas de una forma específica” y con la segunda: “por costumbre” quizás algunos de estos ejemplos no coinciden con la tercera parte: “por su valor simbólico”…¿¡pero quien les da valor a las acciones sinó que quien las realiza?!

    La cultura japonesa ha sido históricamente rica en rituales y ceremonias sin ser, la mayoría de ellas religiosas. Por su tradición e históricas influencias: Shintoistas, Confucionistas, Budistas y Zen principalmente; los japoneses se han dedicado durante milenios a perfeccionar sus oficios creando de ellos verdaderos artes. Un gran ejemplo es la ceremonia del té, tan especial y bella porque se han dedicado durante cientos de generaciones de maestros a perfeccionarla y hacerla de la forma más eficiente posible. El valor que le han dado al ritual y cada uno de los pequeños detalles han hecho mejorar cada una de las acciones a la vez que han reforzado la costumbre, generando una espiral de mejora y perfeccionamiento.

    Las artes marciales no podían ser menos en esta espiral de mejora, pues una parte importante del valor otorgado a éstas era la supervivencia ¡debían ser efectivas y eficientes para seguir con vida! No solo las técnicas se realizaban, y realizan aún hoy, de forma ritual para su perfeccionamiento, sinó que todo lo que las envuelve o contiene se ve claramente marcado por rituales de etiqueta y disciplina. Éstos rituales ayudan a transmitir los conocimientos correctamente a la vez que corrigen el interior del practicante. Es evidente que se aprende y mejora más en un ambiente de concentración que si estamos pensando/hablando de cuestiones externas a lo que hacemos. Otro factor importante es ir puliendo el Ego con la práctica, desprendiéndonos progresivamente de excusas, justificaciones y distracciones varias; ello nos da la fortaleza de hacer lo que toca cuando toca, sin dudar ni pensar.

    Durante la educación de un niño pequeño, uno de los mayores retos de los padres es conseguir que el niño obedezca determinadas órdenes urgentes como: “QUIETO” antes de cruzar una calle. ¿Os imagináis que podría ocurrir si el niño discutiera, se justificara o excusara mientras sigue cruzando la calle en vez de obedecer y pararse inmediatamente? Ese mecanismo de autoprotección que con tanto esfuerzo nos inculcan los padres, con la edad lo perdemos, porque ya somos mayores, porque ya “controlamos”, porque somos más listos que los demás, porque, porque, porque….¡Demasiado pensar!

    Entrenando en el Dojo, cuando Sensei nos corrige, nuestra respuesta automática (cuando somos nuevos) es justificarnos, explicar que no lo estamos haciendo mal sinó que nuestra falta de elasticidad nos limita o que no lo sabíamos o que otro Instructor/alumno nos lo explicó mal, etc. Pero ¿cambían esas excusas el hecho de que debemos corregir nuestro error? ¿aportan a Sensei alguna información de vital importancia que no tenga ya? ¡Sensei sabe mucho mejor que nosotros mismos porque cometemos determinado error! Porque él mismo ha pasado previamente por ahí y porque antes que a ti ha enseñado y corregido esa técnica a decenas (quizás cientos) de alumnos. ¿Tan especial te crees que piensas que nadie antes ha sufrido tus mismas dificultades? Ahí es donde volvemos al origen y aprendemos a no replicar sinó a actuar, a concentrarnos en aquello que hay que hacer y a eliminar los pensamientos innecesarios. ¿Os imaginais un guerrero en plena batalla diciendo a su adversario “Sumimasen es que me ha dado un tirón”? ¿Os imaginais frente a un coche que se acerca a toda velocidad “discutiendo” que teneis el semáforo en verde en vez de apartaros de su trayectoria? En el Dojo nos preparamos para sobrevivir no para tener razón ni convencer a nadie, ¿a quien vas a convencer des del suelo cuando te hayan derrotado?

    Ésta sociedad acomodada, estresante y llena de distracciones para la mente nos aparta de cuestiones básicas como la supervivencia cotidiana. ¿Cuántos de nosotros nos fijamos en las salidas de emergencia al entrar en un local? ¿Cuántos vigilamos nuestra posición en el metro frente a la posibilidad (y elevada probabilidad) de que haya carteristas? O ¿Cuántos estamos atentos al entorno (Zanshin) cuando vamos por la calle? En vez de circular en bicicleta o corriendo con auriculares, por ejemplo. La única forma de romper la tendencia robotizada a la que nos enfrentamos diariamente, es dando valor a cada uno de nuestros actos convirtiéndolos, de este modo, en pequeños rituales cotidianos. ¿Cómo se hace esto? Siendo conscientes y llenando de importancia cada paso que damos, cada palabra que decimos, cada gesto que hacemos. El Dojo es un buen principio (y fin) para esto, procurando ser conscientes de lo que hacemos durante la clase y evitando que nuestra mente se distraiga. Con el tiempo y la práctica empezaremos a trasladar esta actitud del Dojo a la vida, como un día me recomendó mi Sensei cambiando así de forma importante mi enfoque. De este modo, mejoraremos nuestra auto-disciplina y calidad de vida, lo que se verá reflejado también en nuestro entreno, generando así una espiral de mejora que, paralelamente, nos hará sentir más libres y felices.

    “Reconocer la vida en cada sorbo de aire, en cada taza de té, en cada muerte que causamos. Ese es el camino del guerrero, eso es ¡BUSHIDO!” – Frase de la película “El último Samurai”.

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